Aunque ya no son lo que eran, los cerramientos de terrazas
se siguen instalando por doquier.
El concepto sigue siendo el mismo: disfrutar
del entorno exterior con las prestaciones del bienestar interior, conservando
la mayor visibilidad posible para no destruir todo contacto y modularlo según
convenga.
Pero aunque esta sea la definición más
próxima, cada necesidad que se plantea puede obedecer a motivos distintos y
variados. Aun así, entendamos como terrazas esos espacios exteriores de las
viviendas, más o menos grandes, que permiten salir a tomar el aire y
dependiendo de las características, alguna actividad más.
Estas terrazas a veces nunca se aprovechan, ni
siquiera para tomar el aire como no sea abriendo las ventanas para airear la
vivienda. Por eso, los propietarios pueden decidir variar su función y
anexionarlas a las estancias de la casa, permitiendo así mantener las vistas,
evitar fugas de climatización y añadiendo metros de habitabilidad.
Los cerramientos
de terrazas tuvieron su máximo apogeo en los años 80 y 90 pero terminaron
siendo reguladas por las administraciones municipales para preservar la
estética de las fachadas, transformadas por la iniciativa individual y
particular.
Hoy en dia se siguen instalando cerramientos de terrazas teniendo en
cuenta la normativa vigente del organismo competente de la Administración
correspondiente, pero en la obra nueva se formula la instalación desde plano.
Es decir, el arquitecto y la constructora o promotora, según sea el caso,
incluyen –si fuere determinado- la configuración de los cerramientos de las
terrazas del nuevo edificio. Con ello, se evitan las acciones individuales, que
ya están bajo control, y se preserva la estética y funcionalidad de la obra que
se va a comercializar.
Tratándose de locales y otro tipo de
edificaciones como hoteles o espacios públicos, instalaciones deportivas,
restauración y ocio público o privado, los cerramientos de terrazas siguen el
protocolo de exteriores pero esta vez no cabe riesgo de acciones particulares
aisladas, sino que se integra igualmente en la obra en su conjunto. O en casos adicionales,
cuando hay que cerrar un porche, una terraza en suelo o un invernadero,
pongamos el caso, que es un aislamiento en forma de habitáculo con
características específicas de aislamiento térmico, acústico y visibilidad.
Algunos de estos casos requieren flexibilidad
modular en función de las necesidades, bien sea en el techo, en las paredes o
en ambos. De esta manera ofrecen la oportunidad de regular el contacto con el
exterior directo por módulos según climatología. Y en caso de que ésta sea
adversa, permite cerrarse completamente y permanece la visibilidad,
aprovechando el confort del interior, que puede tratarse como tal.
Las ventajas de los cerramientos de terrazas son múltiples y por eso son tan populares
y solicitados, aunque ha cambiado la concepción de la estética. Se cuida mucho el diseño y los materiales,
que siguen siendo aluminio, p.v.c y
cristal u otros materiales transparentes menos delicados de mantener. La combinación
de los perfiles con el elemento transparente es la construcción en sí, la cual
varía según el gusto del cliente y del propio instalador.
Conviene repasar catálogos de instaladores o
fabricantes para ver sus obras terminadas. Son oportunidades de elegir un
determinado diseño, colores y acabados que finalmente deciden la estética
definitiva.
Antiguamente se hacían cerramientos de terrazas, lo que se llaman miradores, con perfiles
de hierro o forja y cristal. Pero pertenecen a un tiempo señorial y a no todos
los edificios. Tan sólo los inmuebles de los centros de las ciudades, con un
regusto señorial y palaciego digno de familias adineradas. Muchos se pueden ver
en los centros históricos de cualquier ciudad europea y otros más modestos,
cuyos balcones se cerraban igualmente con estos perfiles en hierro o forja,
incluso madera pero son los menos.
Soluciones prácticas o funcionales con un
acabado estético adecuado es lo que siempre acompaña a los cerramientos de terrazas.